El traje de Chanel, que trastocaría para siempre la forma de vestir elegante de las mujeres, fue presentado en público en 1923, el mismo año en que se confeccionó este retrato.
Con este nivel de detalle, Ana Finel Honigman, la crítica, conservadora y editora, Licenciada por Sarah Lawrence College y con un master en Oxford, comenta que Laurencin se convertiría en una conocida retratista de la sociedad especializada en mujeres contemporáneas, como Helena Rubinstein y Lady Cunard.
En este lienzo, la reconocida modista, en un sensual y soñador aturdimiento posa con su pomerania en la falda. El animal recuerda a esos retratos del pasado en que aparecían perritos falderos posando en brazos de cortesanas y viudas ilustres. Con el vestido drapeado cayéndole del hombro y mostrando el seno, Chanel aparece medio desnuda en una imagen cargada de fino erotismo.
Las líneas suaves, curvas y fluidas, los colores vaporosos y la languidez en el tono son característicos de la obra de Laurencin, pero cuando Chanel vio el resultado, decidió que el retrato no se le parecía lo suficiente y no lo quiso. Laurencin mantuvo una gran amistad con Apollinaire (con quien convivió varios años), Pablo Picasso y Georges Braque, y aunque expuso con los cubistas no perteneció al movimiento.