Un inesperado cielo escampado, que sucedió a una víspera de tormentas, habilitó a cerca de 300 mil espectadores a protagonizar la apertura de la undécima edición de la Fiesta Nacional de la Confluencia, en Neuquén, que cerró en la noche del pasado sábado Tan Biónica, la banda de melodías contagiosas, innegable magnetismo y lírica arbitraria que expresa una época de la música pop.
Compositor intuitivo, hábil para transitar letras que atraviesan las pulsiones humanas, delimitado en los contornos de la simpleza, Chano Charpentier desplegó en todo momento en Neuquén la conducta de quien nació para ser quien es. Si Charly García -como le gusta decir- inventó el oficio de la estrella del rock en Argentina, el líder de Tan Biónica asume con naturalidad en el primer plano del escenario. Sin el rock, claro, trinchera simbólica que sabiamente elige no disputar.
A las 23.33, tras casi una hora de espera, Chano irrumpió en el escenario de la Isla 132, acompañado por Bambi (bajo), Sebastián Seoane (guitarra) y Diego Lichtenstein (batería), y abrió el fuego con “Hola mi vida”.

Si con su personalidad y administración del escenario el cantante suple las falencias de su voz, con “Beutiful”, el segundo tema, el público se adueñó al instante de la línea melódica de la canción y la noche quedó envuelta en una voz colectiva.
“Nos pidieron que toquemos 80 minutos. Vamos a tocar 120”, prometió Chano.
“Porque -agregó- vamos a hacer el mismo show que hicimos en River y Vélez, pero ahora en éste que es el festival más convocante del país”.
“Ustedes me acompañaron cuando no estaba bien y me perdonaron cuando me equivoqué”, agradeció Chano, que terminó su show con una fila de “hits” y “La melodía de Dios”.