Trelew atraviesa un cierre de año marcado por la crisis económica y un panorama desolador en su zona comercial. En cada cuadra del centro, los carteles de “liquidación total” o “por cierre” se repiten, mientras los descuentos desesperados buscan atraer a un público cada vez más limitado por la pérdida de poder adquisitivo.
En este contexto, se confirmó el cierre definitivo de Juguetería Lilián, un comercio histórico con medio siglo de vida en la ciudad. Fundada y atendida durante más de 40 años por Rubén Cambra y María del Carmen, la tienda formó parte del paisaje cotidiano de generaciones de familias trelewenses.
“El negocio ya no marcha como tiene que marchar, que es lo que le está pasando a todos”, reconoció Rubén en diálogo con Jornada. Con voz serena pero resignada, explicó que la decisión responde tanto al desgaste personal como a la caída sostenida de las ventas.
El cierre de Lilián también pone en evidencia un cambio profundo en los hábitos de consumo. “Los chicos cada vez se interesan menos por los juguetes tradicionales. Hoy todo pasa por la tecnología, incluso desde edades muy tempranas”, explicó Cambra, quien junto a su esposa encara ahora la liquidación final del stock.
La persiana bajará definitivamente entre fines de diciembre y comienzos de enero de 2026, tras la campaña de Reyes Magos. Será el final de un ciclo que comenzó en 1975 y que deja una huella imborrable en la memoria colectiva de la ciudad.

Pero el caso de Lilián no es una excepción. En los últimos meses también cerraron locales emblemáticos como Etam, Amici Indumentaria, Lady Stork, Indy y Distribuidora Brian, mientras otros sobreviven reduciendo personal o atendiendo sin empleados para achicar costos.
Los números son alarmantes: las ventas diarias rondan los 30 mil pesos, una cifra insuficiente para cubrir alquileres, servicios e impuestos. A esto se suman los altos costos laborales y una inflación que erosiona el margen de rentabilidad.
Trelew, que supo ser un centro comercial pujante en la región, enfrenta hoy un escenario inédito. La crisis económica, los cambios en el consumo y la falta de políticas de reactivación han dejado a su histórico casco céntrico con persianas bajas y un futuro incierto para comerciantes y trabajadores.
