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EXCLUSIVO DE METADATA

Ciro Thomas: El tren que nunca partió de Trelew y el final de una época de esplendor

Muchos años después, Ciro Thomas, de 84 años, volvería a experimentar el fulgor de viajar a la par del maquinista en “La Trochita”, con el campo por delante y el cielo de fondo. Más de una vez se subió a la locomotora y, seguramente –nunca lo dijo-, pensó en conducir hasta el fin del mundo.

Nieto del expedicionario galés John Murray Thomas, quien desembarcó del Velero Mimosa y colonizó el valle 16 de octubre, en Ciro Thomas sobrevive el espíritu del aventurero que hizo punta de rieles en Trelew y surcó las tierras del valle, pasando por el Dique Ameghino hasta Las Plumas.

Ciro Thomas, casado hace 62 años con Nilda Beatriz Marc, es hijo de Eduardo Scott Thomas y Magdalena Ritchie. Dos de sus hermanos eran ferroviarios y lo alentaron a que siguiera su vocación que –quizá se remontaba a su infancia, cuando jugaba con su primo con trenes de juguete.

Ciro Thomas ingresó a los 18 años al Ferrocarril Central del Chubut, unos meses antes del derrocamiento de Juan Domingo Perón en 1955, y trabajó como foguista hasta 1961, cuando el gobierno de Arturo Frondizi cerró el ramal que iba desde Trelew por el Valle y Puerto Madryn hasta la estación Alto de Las Plumas.

Eran los tiempos en que Trelew se perfilaba como la ciudad más progresista del sur argentino.  El ramal que iba desde Puerto Madryn hasta la estación Alto de las Plumas marcaba el pulso de la vida del valle: estudiantes iban y venían a la escuela en Trelew desde Gaiman y Dolavon; empleados públicos viajaban a trabajar a Rawson; turistas se amontonaban los veranos para ir a Playa Unión; barcos descargaban la mercadería en Puerto Madryn; vagones transportaban toneladas de cemento y hierro hasta el Dique Ameghino.

El recorrido del Ferrocarril Central de Chubut. Foto: Gentileza El Blog de Dora.

Cada viaje en tren era una aventura nueva para los trabajadores del ferrocarril. Un episodio en la vida de Ciro Thomas parece corroborarlo. Cierta vez, el joven de 18 años pensó en arrojarse del tren cuando los vagones se habían desenganchado, en pleno trayecto entre Trelew y Puerto Madryn, y no podían hacer nada para frenarlo.

“Nos encontrábamos en la bajada, no podías parar, después del corte empezó a venir más rápido, yo decía me voy a tirar. Antes de llegar a la estación de Madryn, en una recta larga, golpeamos hasta que lo pudimos parar. Tenía 18 años, era joven y me hubiese tirado del tren”, asegura.

LOS AÑOS FELICES

En la década del 50, Casa Ayuso, La Anónima y Corradi y otros comercios más chicos de Trelew prosperaban con las ventas. Los galpones de carga concentraban la mercadería que iba a Comodoro Rivadavia, Río Gallegos y llegaba hasta Tierra del Fuego, según los testimonios de la época que están documentados en el libro “Los Ferroviarios que perdimos el tren”.

Para Ciro Thomas, un joven de 18 años que recién daba sus primeros pasos, conseguir un trabajo en el ferrocarril era un sueño realizado. “Yo trabajaba en la Casa Ayuso, en Lewis Jones y Fontana, cuando me avisaron que a partir de mañana tenía que venir a trabajar al ferrocarril. Estaba chocho. Los primeros días me enseñaron las piezas de la locomotora. Era un buen laburo, si yo ganaba 80 pesos pasé a ganar 300 pesos”, recuerda.

El ferrocarril en su etapa de esplendor en la ciudad de Rawson.

Los trabajadores ferroviarios, organizados en dos sindicatos, tenían un barrio próspero de casas en el pasaje Tucumán entre San Martín y Roca. Ciro Thomas pasó a integrar el gremio de “La Fraternidad”, y repartía su vida entre los viajes en ferrocarril y el Club Huracán donde jugaba al fútbol.

Trelew era el centro logístico donde llegaba la mercadería que ingresaba por Puerto Madryn, los empleados públicos viajaban a la capital y el Dique Ameghino estaba en pleno desarrollo. “Hacíamos tres viajes a Rawson por la mañana a las 8, a las 11 y a las 14 horas, y a la tarde un viaje más a las 16 horas. Al Dique salía a las 6 de la mañana de Trelew. La locomotora con 11 vagones arrastraba 230 mil kg de cemento y hierro”, recuerda Thomas.

La vida cotidiana del valle giraba en torno al ferrocarril. “Había un tren para estudiantes que hacía Trelew- Dolavon. Entrábamos en Gaiman, pasábamos por el túnel y llegábamos a Dolavon, donde hacíamos noche en el hotel o en un furgón donde dormíamos y hacíamos la comida”, cuenta Thomas.

Los veranos viajar a Playa Unión en el tren de las 14 horas era una odisea. “El sábado y domingo había 20 o 21 coches de pasajeros que iban a la playa. Cuando no alcanzaban se ponían furgones. El problema era la vuelta, porque se quedaba el tren allá y tenía que traer a los que fueron a la mañana y a la tarde”, explica.

Desde Puerto Madryn iba a Trelew un tren de carga todos los días, y había un servicio de pasajeros que lo llamaban “el lechero”.

OH, CIUDAD DE SUEÑOS ROTOS

Ciro Thomas nunca llegó a ser maquinista. No por defectos propios sino por esos avatares de la Historia que determinan las pequeñas historias de las vidas de los otros. Thomas estaba a punto de lograrlo cuando el curso de los acontecimientos lo obligó a modificar sus planes al igual que terminó con los sueños de tantos ferroviarios que tenían “el mejor trabajo del mundo”.

Todas las mañanas, Ciro Thomas sacaba la máquina que estaba guardada en los galpones cerca de la estación del ferrocarril de Trelew para iniciar el trayecto a Rawson, a partir de las 8 horas, cuando viajaban los empleados públicos. “Me tenían confianza: me dicen andá a buscar la máquina, enganchá y salí. Me notificaron que no corría más el tren, se había suspendido”, recuerda.

Thomas acompañaba al maquinista; su función era asegurarse de que el tren no detuviera su marcha. El foguista estaba preparado para manejar el ferrocarril en caso de que el maquinista tuviera algún problema. “Me gustaba ser maquinista, la he manejado muchas veces, algunos me tenían mucha confianza y me daban para que practicara”, comenta.

Para comienzos de los años ‘60, Thomas ya tenía suficiente experiencia como para empezar a soñar en convertirse en maquinista. Tenía pensado viajar a Bulogne, en el Gran Buenos Aires, donde daban el curso de maquinista, cuando comenzaron a clausurar los ferrocarriles. 

“No tenés más trabajo”, fue lo primero que escuchó Ciro Thomas esa mañana de octubre de 1961 cuando les comunicaron a los ferroviarios que “por órdenes de arriba” cerraban el ramal Puerto Madryn-Altos de Las Plumas. El cuadro lo completaba una hilera de colectivos de la empresa 28 de Julio, que esa mañana trasladaron a los empleados públicos a Rawson para sorpresa de todos.

Los ferroviarios organizados llevaron sus reclamos ante el gobernador Jorge Galina para evitar el cierre, pero la decisión del gobierno de Frondizi, que tenía como ministro de Economía a Álvaro Alzogaray, parecía indeclinable.   

“Con el grupo de La Fraternidad fuimos a verlo a Galina y le dijimos que no queríamos nada, solo que nos autorizara a hacer una cooperativa y nos hacíamos cargo de todo, pero no nos dieron ni cinco de bola”, lamenta Ciro Thomas.

Ciro Thomas al igual que otros ferroviarios, se sobrepuso en tiempos difíciles, siguió jugando al fútbol en Huracán, y consiguió empleo en Gas del Estado. Pero nunca dejó de pensar en aquellos días felices en que viajaba en locomotora junto al maquinista y tenía el mejor trabajo del mundo.

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