El reciente incremento de las tarifas de energía eléctrica y gas generaron una ola de indignación en las provincias del sur del país. Con aumentos que superan el 155%, esta medida fue percibida como un castigo desproporcionado y ha provocado fuertes críticas hacia el Gobierno Nacional, en particular hacia el presidente Javier Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, quienes son señalados como los principales responsables de esta decisión.
Desde el 1 de junio, con efectos retroactivos a esa fecha, se ha implementado una aceleración en la eliminación gradual de los subsidios a la energía para hogares, comercios e industrias. Este ajuste resultó un aumento brutal de las tarifas, afectando especialmente a los residentes de las provincias patagónicas, quienes ya enfrentan un costo de vida elevado y condiciones climáticas adversas.
Las resoluciones 90, 91, 92 y 93 de la Secretaría de Energía de Nación, publicadas en el Boletín Oficial, detallan los incrementos que, en el caso de la energía eléctrica, superan el 155% en varias regiones. Para el gas natural, el ajuste ronda el 6%, aunque ambos incrementos se suman a las tarifas ya elevadas por ajustes anteriores que llegaron a alcanzar entre el 300% y 400% para los hogares de mayores ingresos.
La eliminación de los subsidios, justificada por el Gobierno como una medida necesaria para reducir el gasto público, ha sido vista en las provincias del sur como un acto de insensibilidad y discriminación. Los residentes locales se sienten castigados por políticas que no consideran las particularidades económicas y sociales de su región.
La clase media y los sectores más vulnerables de las provincias patagónicas, que ya lidian con un alto costo de vida, ahora deben enfrentar un golpe adicional a sus economías debido a estos aumentos tarifarios. Esta situación generó un clima de descontento y una sensación de abandono por parte del Gobierno Nacional.
El castigo tarifario impuesto a las provincias del sur no solo refleja una política de ajuste económico, sino también una falta de consideración hacia las realidades locales. Mientras el Gobierno argumenta la necesidad de racionalizar los recursos, las familias patagónicas luchan por mantenerse, enfrentando aumentos que muchos consideran injustos y desproporcionados.