“Racionalización de activos” o “reestructuración de su portafolio”, son los términos que prefiere utilizar YPF para explicar el “armado de valijas” para concentrar todas las inversiones en Vaca Muerta y en otras unidades de negocios con un volumen de rentabilidad exponencialmente más alto.
La desinversión que está motorizando en “cuencas periféricas” es abrumadora. En el caso puntual de Chubut, hasta parece injusto, porque fue la Provincia que le abrió las puertas en el mundo del petróleo y en donde erigió su robustez a lo largo de casi 100 años.
El directorio de YPF aprobó hace pocas horas una nueva etapa del Proyecto Andes, que contempla la cesión de 12 áreas que considera estratégicas. Entre ellas, se encuentran el histórico bloque Manantiales Behr, en la provincia de Chubut, un yacimiento que le dio enormes ganancias en las últimas décadas a la petrolera de bandera.
También se encuentra en el paquete de desprendimiento los clústeres Chachahuen y Malargüe, en Mendoza, además de otros clústeres no operados.
En el mismo sentido, YPF concretó la firma del cierre y la transferencia de operación de los clústeres Neuquén Norte y Neuquén Sur, consolidando su plan de desinversión en activos convencionales.
A estos movimientos se suma la cesión, firmada el pasado 4 de junio, de la participación de la empresa en las áreas El Tordillo, La Tapera y Puesto Quiroga, también ubicadas en Chubut.
Con estas acciones, YPF ya ha completado la transferencia de 18 bloques, tiene otros 21 en etapa final de traspaso y 11 más en proceso, lo que refleja un avance sostenido en su estrategia de racionalización de activos.
Esta reconfiguración del portafolio apunta a una asignación más eficiente de recursos y fortalece el objetivo de la compañía de consolidarse como una empresa de shale de clase mundial, enfocada en operaciones de alta productividad y competitividad internacional.