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Titulares

La igualdad de género, una materia pendiente

Por Gabriela Dufour para Metadata *

Hace más de 40 años en Latinoamérica se comenzó a construir una agenda regional de género, cuyo primer evento fue la Primera Conferencia Regional sobre la Integración de la Mujer en el Desarrollo Económico y Social de América Latina en  La Habana (1977) que fue promovido por Naciones Unidas. Se ha destacado nuestra región por ser la única del mundo, donde en forma ininterrumpida los Estados se reúnen a debatir y se comprometen políticamente a erradicar la discriminación hacia las mujeres, niñas y las personas del colectivo LGBTIQ+, así como la desigualdad y avanzar hacia el ejercicio pleno de las autonomías.

A pesar de los esfuerzos, no resultó fácil lograr que los Estados de la región tomaran una actitud proactiva y las políticas publicas de género han encontrado  múltiples obstáculos, ya que trabajar las desigualdades de género como asunto público no logró  pleno consenso, ni la suficiente legitimidad aún.

En nuestro país hubo un cambio significativo a partir de que las organizaciones feministas ganaron la calle, e impusieron su agenda. #NiUnaMenos, #AbortoLegal #MatrimonioIgualitario, crecieron y se posicionaron. 

Argentina, durante los últimos 20 años, modificó su legislación. Normas como la Ley de  Educación Sexual Integral – ESI – , contra la Trata, de Protección Integral, el reconocimiento del Matrimonio Igualitario, la incorporación del femicidio y en el último tiempo un hito fue,  la creación del Ministerio Nacional de Mujeres, Géneros y Diversidades en diciembre del 2019 y la transversalización de las políticas públicas a través delDecreto 680/2020 de agosto del presente año, garantizaron una mayor organización institucional que permitió mejorar los estándares, mecanismos y herramientas para que sea posible un abordaje con perspectiva de género en todas las políticas públicas nacionales.

Las leyes integrales dirigidas a superar la violencia contra las mujeres, denominadas “de segunda generación”, en función de considerar la violencia en el ámbito de las relaciones interpersonales y visibilizar todos los tipos de violencia -física, psicológica, sexual, económica, patrimonial, simbólica, política-, han alcanzado avances, pero es indiscutible que los logros contrastan con estadísticas que siguen marcando actos de discriminación.

Hay una cuenta pendiente en cuanto a lograr dos autonomías claves: la económica, pensada en el desarrollo pleno de las mujeres y diversidades, y en la toma de decisiones que se exterioriza en la participación en los espacios de poder y el logro de la paridad en las relaciones jerárquicas en los ámbitos públicos.

En la última reunión  – XIV Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe – que  se realizará del 27 al 31 de enero en Chile , CEPAL[1] presentó un documento muy valioso denominado ¨La autonomía de las mujeres en escenarios económicos cambiantes¨ , que pone en evidencia, que una de las prioridades a procurar, es la incorporación de la mujer a la participación activa dentro el desarrollo sostenible.

De esta manera, trabajar para lograr que el colectivo transfeminista pueda encontrar su progreso personal y familiar, en función de sus deseos, aspiraciones. Para que suceda esto se necesita adquirir la capacidad de decidir sobre los ingresos, los activos familiares y el uso del tiempo. Es necesario que  pueda lograrse paridad en las condiciones laborales, en los accesos a los bienes productivos y al crédito.

¿POR QUÉ LAS MUJERES TIENEN MENORES SALARIOS?

Las estadísticas nacionales y los estudios económicos sobre desigualdades de género marcan claramente que las mujeres tienen menores salarios promedios que los varones. Para entender este efecto, debemos analizar las cadenas productivas, los mercados laborales y los estereotipos vigentes.

La economía argentina tiene un importante grado de diversificación productiva y también disparidad en la consolidación según los tamaños de empresa. En los últimos años, han sufrido profundas crisis macroeconómicas, a partir de endeudamientos, devaluaciones, costos financieros que hacían inaccesible el crédito para la producción y ajustes neoliberales basados en la retracción del rol activo del Estado.

Si bien este proceso se revirtió a partir de un cambio de gobierno, la pandemia agravó las variables macroeconómicas. Pero fundamentalmente esa estructura productiva y la canasta exportadora primarizada repercute en la cantidad y calidad del empleo y en los esquemas distributivos a través de los ingresos de las familias, impidiendo ser más equitativo en ellos, consecuentemente sobre la posibilidad de resolver la pobreza y las desigualdades.

Lamentablemente no se han logrado transformar las producciones locales a productos con mayor valor agregado, intensivos en conocimiento, tecnología, que permitiría el aumento significativo de empleos de calidad y diversificados. Esta situación vinculada a las cadenas productivas tradicionales viene limitando e impactando mas sobre las oportunidades laborales y salariales de las mujeres.  

La “feminización del trabajo” es una tendencia global, y si bien aumentó la participación laboral de las mujeres, esa inserción se concentró en empleos precarizados y en sectores de actividad a partir de estereotipos instalados socialmente, que les otorgan en su mayoría a las mujeres, como el cuidado, estando sobrerrepresentadas como trabajadoras autónomas e informales.

La desigualdad de género, tiene nodos estructurantes: la división sexual del trabajo y la injusta organización social del cuidado. Son factores que obstaculizan lograr en forma plena la autonomía económica de las mujeres.

En el primer nodo, se reconocen dos tipos de segregaciones que generan brechas y discriminación, la segregación ocupacional horizontal, conocida como las paredes de cristal, a través de la definición impuesta y arbitraria de empleos para mujeres y varones, y la segregación ocupacional vertical – mas conocida como techo de cristal – que se visibiliza con la falta de mujeres en la conducción de las organizaciones.

En el segundo nodo, las mujeres están sobrecargadas por el trabajo en el hogar, haciéndose cargo de los niñas y niños, de adultos y adultas mayores de la familia, de todas aquellas labores necesarias no remuneradas, quitándole tiempo para su formación, mejoras económicas o el ocio indispensable para su calidad de vida.

Así entonces, la brecha salarial producto de empleos precarios, informales, o no remunerados, o las barreras para alcanzar puestos de dirección, son las formas persistentes de discriminación, y desvalorización simbólica y económica.

Quiero detenerme en las empleos dedicados al cuidado. Todas las personas, durante nuestras vidas necesitamos de los cuidados de otros y otras. Por lo tanto, alternamos entre ser, receptoras y dadoras.

Esta mirada, debería servir para mejorar la disponibilidad y la calidad de los cuidados, las condiciones en que se brindan, las retribuciones y la formación de quienes los brindan.  El cuidado es una función social, quien las brinda asume responsabilidades sobre otra persona y exige esfuerzos físicos, mentales, emocionales. Este conjunto de trabajos constituyen,  la economía del cuidado, y a pesar de lo importante que es para lograr una vida sana y plena, individual y comunitaria, no logramos que se la aprecie suficientemente.

El producto bruto interno PBI, es la forma en que los países, convencionalmente, miden su crecimiento económico, la economía del cuidado, que no es remunerada, no se registra en la macroecoeconomía de los países, entonces, la falta de  medición, impide evaluar el aporte que la economía del cuidado realiza a los aparatos productivos actuales, y esa invisibilización, frena el debido reconocimiento, la necesidad de discutir su forma de remuneración o retribución, y reclamar por el aporte generado y  admitir la capacidad de servir para la redistribución de la riqueza.

Frente al argumento de que el trabajo no remunerado no se debería contabilizar en el PBI porque no se intercambia dinero, quienes bregamos por una economía feminista estamos seguras que el sistema es simplemente un acuerdo de reglas que pueden modificarse incorporando transacciones no monetarias, como algunas que ya existen.

En los últimos tiempos los países han difundido informes que miden este variable a fin de avanzar en la agenda de políticas de género que favorezcan la autonomía económica de las mujeres. 

En nuestro país, la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Genero,  puso a disposición de la comunidad el informe  Los cuidados, un sector económico estratégico:  Medición del aporte del Trabajo doméstico y de cuidados no remunerado al Producto Interno Bruto¨  que estableció  que el aporte del  Trabajo Doméstico y de Cuidados No Remunerado -TDCNR-  al PIB es de 15,9%, superando a las actividades mas importantes, hasta ahora,  como la industria y el comercio. 

Fuente: Elaboración DNEIyG en base a datos de la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo, (EPH-INDEC, 3er trimestre 2013) en población urbana de 18 años y más.

Volviendo a los ingresos, la brecha total entre varones y mujeres asciende al 29%, calculada sobre la media de ingresos entre varones y mujeres.

La diferencia se profundiza cuando la comparación se realiza entre trabajadores y trabajadoras precarizadas, con vínculos informales, ascendiendo al 35,6% y baja a medida que aumenta la calificación profesional, ubicándose en el 28,6%. Si comparamos jefes y jefas, la distancia es del 24,1% y si evaluamos a los cuentapropistas – autónomos – la brecha asciende a 29,4%.

En Chubut, la brecha de ingreso mostró dos extremos. En el aglomerados Comodoro Rivadavia – Rada Tilly la brecha de ingreso asciende al 48%, superando la media nacional, y significa que las mujeres del sur de nuestra provincia ganan la mitad que el hombre en promedio.

En el aglomerado Rawson-Trelew, en cambio, la brecha asciende al 16%, significativamente menor que la medía nacional, y representa que las mujeres ganan en promedio el 84% de un hombre, consecuencia también que, en esta región, el promedio salarial es mas bajo que en Comodoro – Rada Tilly. Conclusión los varones ganan mas que las mujeres.

La desigualdad no solo existe en los ingresos, sino que uno de los mayores  problemas de las mujeres es el acceso al trabajo y su permanencia. Las frases que padecen las mujeres jóvenes …¨sos una mamá potencial¨, por eso prefiero un varón, o ante la verificación de que tienen hijos e hijas… ¨va a faltar mucho porque si se le enferman los niños seguro que no viene a trabajar¨, son los destratos más comunes.

A estas violencias, se le suma que, en procesos de reestructuración o reducciones de personal, a pesar de ser mas eficientes y tener mejores estándares de desempeño, se elige primero a las mujeres en los procesos de desvinculación, a partir de los mismos razonamientos.

Las brechas de salarios,  las dificultades que las mujeres y diversidades tienen de acceder al trabajo en las mismas condiciones que los varones y el desequilibrio en la carga y distribución de los cuidados, evidencian la necesidad de seguir promoviendo acciones que eliminen estas desigualdades.

 No debemos olvidar que las políticas públicas y la política expresa las visiones a largo plazo y el modelo de desarrollo que los pueblos consideran válido para mejorar la calidad de vida de los habitantes de su territorio, por eso, debemos asumir un rol mas activo para que la igualdad de géneros deje de ser una materia pendiente.

*Exministra de Economía de Chubut; exministra de Desarrollo Territorial y Sectores Productivos de Chubut; exdiputada provincial por el Frente Para la Victoria – PJ; y Docente Asociada de Contabilidad de Costos FCE de la UNPSJB.

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